Salud mental y bienestar: El nuevo lujo silencioso del trabajador urbano
- Walter Rivera

- 8 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 jul
En medio del caos citadino, los altos niveles de exigencia laboral y la hiperconectividad digital, la salud mental se ha convertido en un bien escaso y preciado.

(M&T)-. Para millones de profesionales en las principales urbes de América Latina, tener tiempo para desconectarse, acudir a terapia o simplemente disfrutar de paz emocional es hoy un privilegio que pocos pueden costear en tiempo, dinero o condiciones laborales.
En ciudades como Ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires y São Paulo, la creciente presión laboral y el encarecimiento de la vida urbana han deteriorado silenciosamente el bienestar emocional de los trabajadores. Según el informe “Estado Mundial de la Salud Mental 2024” de la OMS, uno de cada tres adultos urbanos en América Latina ha experimentado síntomas de ansiedad o depresión en el último año, con una marcada incidencia en jóvenes profesionales entre 25 y 40 años. La situación se agudiza en sectores donde se glorifica la productividad extrema y se normalizan jornadas extensas sin espacios de recuperación mental.
En respuesta, empresas de tecnología, startups de bienestar y plataformas de recursos humanos están reinventando sus políticas laborales. Algunas ya ofrecen días de salud mental, acceso a terapia virtual, programas de meditación y pausas activas como parte de sus beneficios estándar. Tal es el caso de la fintech colombiana NuBank y la tecnológica argentina Globant, que han sido reconocidas por integrar el cuidado emocional dentro de su estrategia de retención de talento. “El bienestar ya no es un ‘extra’; es un elemento clave para la sostenibilidad organizacional”, declaró Mariana Costa, CEO de Laboratoria, en el último Congreso Latinoamericano de Innovación Empresarial.
Sin embargo, estas iniciativas siguen siendo excepción y no regla. Para la mayoría de trabajadores urbanos (sobre todo en economías informales o empleos de alta rotación) el acceso a salud mental sigue siendo limitado o estigmatizado. Además, los sistemas públicos de salud en muchos países de la región carecen de recursos suficientes para atender la creciente demanda de apoyo psicológico. De acuerdo con la CEPAL, solo el 2% del presupuesto en salud de los países latinoamericanos se destina a salud mental.
Frente a esta brecha, el autocuidado se ha vuelto una forma de resistencia silenciosa y, a la vez, un lujo reservado para quienes tienen los medios y el conocimiento para priorizarlo. Acceder a una sesión de terapia puede costar entre 20 y 70 dólares por semana, lo cual supera el presupuesto promedio de muchas familias trabajadoras. En este contexto, la desigualdad también se manifiesta en el acceso al descanso, la calma y la atención emocional.
El auge de espacios de bienestar como retiros urbanos, clubs de meditación, apps de mindfulness y coworkings con cabinas de siesta evidencia que el trabajador urbano está dispuesto a pagar por “momentos de salud mental”, en un mercado que crece sin regulación y donde el burnout se ha convertido en una epidemia moderna.
La salud mental, más que un beneficio laboral, se perfila como el nuevo marcador de estatus en las ciudades de América Latina. Tener equilibrio emocional, tiempo para respirar o la libertad de poner límites al trabajo digital se ha vuelto un lujo silencioso, pero profundamente valorado.









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