El costo invisible de la guerra: Cómo la disrupción del comercio sacude a América Latina
- Editorial
- 20 jun
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Aunque los misiles no caen sobre nuestras ciudades y las alarmas no suenan en nuestras fronteras, América Latina no es ajena al conflicto entre Irán e Israel. En un mundo interconectado por rutas marítimas, flujos logísticos y redes tecnológicas, las guerras lejanas producen impactos inmediatos en nuestras cadenas de suministro.


Por: Ariel Castro
Comunicador Social y Analista Político
(M&T)-. La economía latinoamericana, abierta pero vulnerable, se enfrenta a una disrupción comercial que amenaza con golpear a sectores clave, desde la industria farmacéutica hasta la producción agrícola.
En primer plano está el Estrecho de Ormuz, por donde transita cerca del 20 % del petróleo mundial. Una amenaza sobre esa vía encarece no solo el crudo, sino también el transporte marítimo global. Para países como Chile, Perú o República Dominicana, dependientes de importaciones energéticas y fertilizantes, cada barril adicional significa más presión sobre sus presupuestos y sobre el bolsillo de los consumidores.
La disrupción no se limita al petróleo. El conflicto también impacta rutas aéreas y marítimas del corredor Asia-Europa, afectando los tiempos de entrega de bienes intermedios utilizados en la manufactura regional. Centroamérica, que aspira a integrarse a cadenas globales a través del nearshoring, podría ver retrasos en la llegada de componentes y pérdida de competitividad ante proveedores asiáticos con mayor resiliencia logística.
Además, hay un efecto psicológico en el comercio: el aumento de la incertidumbre lleva a las empresas a sobredimensionar inventarios, asegurar fletes a mayor costo o reconfigurar rutas de forma apresurada. Esta respuesta defensiva, aunque comprensible, encarece procesos y reduce márgenes, lo que se traduce en productos más caros y menor capacidad de reacción ante nuevos choques.
En sectores específicos como el farmacéutico, la dependencia de principios activos provenientes de India, China e Irán podría generar cuellos de botella. Muchos países de América Latina ya enfrentan desabastecimiento en ciertos medicamentos; una crisis logística global solo profundiza la fragilidad de sus sistemas de salud.
El conflicto también reabre el debate sobre la resiliencia regional. ¿Debemos seguir dependiendo de rutas tan expuestas? ¿Es hora de fortalecer capacidades de manufactura local o de consolidar alianzas logísticas intrarregionales? La respuesta pasa por dejar atrás la lógica del bajo costo inmediato y apostar por un comercio más robusto, aunque menos eficiente a corto plazo.
Por último, es urgente que los gobiernos y el sector privado coordinen respuestas. Las cámaras de comercio, los ministerios de producción y las empresas multinacionales deben compartir información y anticipar escenarios. La guerra no se libra solo en los campos de batalla: también se juega en los puertos, en los sistemas de abastecimiento y en la confianza de los mercados.
América Latina no tiene por qué ser una víctima pasiva. Tiene la oportunidad (y la responsabilidad) de revisar su modelo de integración al comercio global. Quizás esta crisis, como tantas otras en nuestra historia, sea el punto de partida para repensar cómo y con quién queremos conectar nuestro futuro.
La oportunidad y la responsabilidad de que América Latina reconsidere su modelo comercial es un poderoso llamado a la acción y deja al lector con una sensación de iniciativa en lugar de sólo desesperación google doodle baseball