Desigualdad estructural en Centroamérica: El mayor obstáculo al desarrollo sostenible
- Walter Rivera

- 18 jun
- 2 Min. de lectura
Durante décadas, Centroamérica ha transitado un camino de crecimiento económico desigual, donde los avances macroeconómicos conviven con altos niveles de pobreza, informalidad y fragmentación institucional.

(M&T)–. Pese a los esfuerzos por integrarse a los mercados globales, la región enfrenta retos estructurales que frenan un desarrollo verdaderamente inclusivo.Según datos de la CEPAL, más del 35% de la población centroamericana vive en condiciones de pobreza, y la desigualdad del ingreso permanece entre las más altas del continente. Esta situación no solo limita el acceso a oportunidades, sino que también socava la cohesión social y obstaculiza la inversión en capital humano.
Uno de los desafíos más persistentes es la informalidad laboral. En países como Guatemala, Honduras y El Salvador, más del 70% de los trabajadores se encuentran fuera del sistema formal. Esto implica baja productividad, falta de protección social y escasa recaudación fiscal, afectando directamente la capacidad de los Estados para financiar políticas públicas efectivas.
Otro factor estructural es la concentración del poder económico y político. Las élites empresariales históricamente han influido en las decisiones de política fiscal, comercial y regulatoria, perpetuando modelos extractivos que benefician a pocos y excluyen a amplios sectores de la población. La falta de competencia, transparencia y acceso a financiamiento para las pymes agrava este panorama.
El rezago en infraestructura y conectividad también limita el desarrollo equilibrado. La inversión pública en transporte, energía, agua y tecnología es insuficiente, lo cual afecta la competitividad de los territorios rurales y profundiza la brecha urbano-rural. Esto, a su vez, alimenta los flujos migratorios y la dependencia de remesas.
En materia educativa, el problema no es solo el acceso, sino la calidad y pertinencia. Millones de jóvenes no adquieren las habilidades necesarias para insertarse en economías digitales o industrias globales. Sin una fuerza laboral calificada, la región enfrenta un “techo de cristal” que limita el salto hacia un modelo de desarrollo más sofisticado.
La inseguridad y la debilidad institucional cierran el círculo. La violencia, la corrupción y la impunidad erosionan la confianza en las instituciones, desincentivan la inversión y obligan a las personas a buscar oportunidades fuera del país. La gobernanza efectiva es, por tanto, un requisito imprescindible para avanzar en equidad y progreso.
Superar estos retos estructurales requiere algo más que crecimiento económico. Implica transformaciones profundas en el modelo productivo, el sistema tributario, la calidad del gasto público y la participación ciudadana. También exige voluntad política, cooperación regional y visión de largo plazo.
Centroamérica se encuentra en una encrucijada. O profundiza su desigualdad y dependencia, o apuesta por reformas valientes que prioricen la inclusión, la innovación y la sostenibilidad. El futuro de sus economías (y de su gente) depende de decisiones que trasciendan lo inmediato.









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