¿Qué son las emisiones indirectas y por qué su gestión marca la diferencia empresarial?

¿Hasta qué punto conocen las empresas su impacto real en el medio ambiente? Más allá de controlar las emisiones dentro de sus propias instalaciones, cada vez se vuelve más urgente analizar el rastro ambiental que dejan sus productos y servicios a lo largo de toda la cadena de valor.

(M&T)-. Este enfoque, clave en la lucha contra el cambio climático, impulsa a las organizaciones a gestionar también las llamadas emisiones indirectas.

Este concepto ha cobrado fuerza a partir de la actualización de la norma ISO 14064-1, que establece que la huella de carbono corporativa debe incluir no solo las emisiones directas (las que ocurren dentro de las operaciones propias), sino también aquellas generadas antes y después de ellas: desde la producción de insumos hasta el uso final del producto por parte del cliente. Estas emisiones corresponden al Alcance 3, uno de los más complejos de gestionar, pero también de los más estratégicos.

Retos, realidades y soluciones para las empresas

De acuerdo con la especialista Andrea Segura, de EVO Consultoras, medir estas emisiones supone superar una serie de obstáculos técnicos y operativos, sobre todo en sectores como el de alimentos, bebidas o manufactura, donde las cadenas de suministro son extensas y difíciles de controlar. La falta de datos confiables, recursos técnicos limitados y criterios no estandarizados entre proveedores son algunas de las barreras más comunes.

Una de las recomendaciones clave es trabajar con “macrofuentes de información” y adaptar la metodología a la realidad operativa de cada empresa. En muchos casos, una estimación trazable y bien documentada es más valiosa que una medición imposible de ejecutar con exactitud total.

Además, según Segura, es importante incluir actividades que a simple vista no parecerían relevantes, como el impacto del teletrabajo, que genera emisiones en los hogares de los colaboradores, o los servicios tercerizados como la alimentación, que también implican consumo de energía y combustibles.

Cómo medir emisiones indirectas paso a paso

La medición técnica de estas emisiones debe seguir un enfoque gradual y estructurado, priorizando lo más relevante y lo que esté dentro del control o la influencia de la organización. Según la norma ISO 14064-1 y la guía nacional INTE B5, los pasos son los siguientes:

• Definir los límites operacionales y organizacionales, eligiendo el enfoque adecuado (control operativo, financiero o accionario).

• Identificar todas las fuentes indirectas, como transporte, compras, viajes, uso de productos y disposición final.

• Priorizar fuentes con base en criterios como riesgo, relevancia y capacidad de influencia.

• Recolectar datos y aplicar factores de emisión, considerando consumo energético, distancias recorridas, cantidades adquiridas, entre otros.

• Calcular las emisiones en toneladas de CO₂ equivalente, usando el Potencial de Calentamiento Global.

• Verificar los resultados mediante auditorías internas o externas.

• Establecer metas y planes de acción basados en los resultados del inventario.

El uso de marcos reconocidos, como el GHG Protocol Scope 3 y la propia ISO 14064-1, refuerza la credibilidad del proceso.

Una decisión estratégica con impacto ambiental y empresarial

Ir más allá del cumplimiento normativo y gestionar las emisiones indirectas se traduce en múltiples beneficios: ahorro energético, mejora en la eficiencia logística, rediseño de procesos y acceso a nuevas oportunidades de financiamiento verde. Además, los consumidores e inversionistas valoran cada vez más la transparencia y el compromiso ambiental de las empresas.

Segura enfatiza que aquellas organizaciones que aborden este reto con responsabilidad serán vistas como aliadas en la construcción de un futuro más sostenible. Por el contrario, ignorar estas emisiones puede implicar riesgos reputacionales y pérdida de competitividad en mercados cada vez más regulados y exigentes.