Neuroética y paredes de dominio metafísicas en los límites conductuales observables
- Editorial
- hace 3 días
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La ética, por su etimología misma deriva de un vocablo griego, dado por “ethos”, que básicamente sígnica lo esencial o lo digno, haciendo referencia a la preconcepción de aquello correcto o incorrecto para una persona de acuerdo con su posición individual de la realidad y la percepción del universo.


Por: Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D
Asesor y analista financiero, abogado, profesor e investigador
(M&T)-. Por otra parte, la moral es derivada de un latín definido por “mores” que señala la costumbre, haciendo mención a la definición del comportamiento socialmente aceptado en función de una colectividad organizada.
Vale señalar que la interpretación de la realidad y la percepción tienen un grado de asociación alto a la activación del lóbulo prefrontal derecho, mientras que el entendimiento y la comprensión final del universo observable por un individuo encuentra sustento en el uso del lóbulo prefrontal izquierdo, definiendo la persona su concepción en el espacio tiempo, precisamente, en un uso racional y emocional de la totalidad del lóbulo frontal, región encargada entre otros aspectos, de la toma de decisiones, el pensamiento ejecutivo, el control emocional, así como la inhibición y la ética propiamente.
Puede así definirse que la actuación social de una persona está en ligamen a la forma en que este se relaciona con su entorno visible, el cual es interiorizado por los sentidos, pero comprendido con base en la cognición neural asociada.
En línea de lo anterior, cabe indicar que el circuito visual se liga al lóbulo parietal, señalando una conexión cruzada entre el ojo derecho y su activación parietal izquierda y viceversa, mientras que el audio, el olfato y la memoria se asocian al lóbulo temporal, y los procesos de entendimiento de letras y aspectos aritméticos del pensamiento lógico son accionados en el lóbulo parietal. Adicionalmente, el córtex motor y el sensorial son los encargados de las impresiones físicas, incluido el gusto y la temperatura, entre otros. Esta interacción con la realidad y el entorno percibido por los sentidos generan el concepto del existencialismo biológico, mismo que refiere a la autodefinición física de la persona en su universo individual, el cual está condicionado por los limites observables o interpretables por los sentidos.
Ahora bien, la existencia de los seres humanos va más allá de la mera conducta determinista basada en simples sensaciones y captaciones sensoriales, pues de ser así, lo real sería únicamente definido por aquello que puede ser tocado, oído, olfateado, saboreado, sentido, cuantificado o medido, siendo contrario a la capacidad racional de una comprensión profunda de la vida, que incluso permite a la persona cuestionarse su lugar dentro de la colectividad, así como en el cosmos mismo, y generar activaciones neurales complejas dadas por procesos sinápticos que le permiten conceptualizar su contexto más allá de los limites observables.
Esta frontera de tangibilidad interpretativa se conoce como una pared de dominio, la cual señala que hasta este punto limítrofe se aplican unas reglas físicas y neurales comprendidas y aceptadas, no obstante, al traspasar dicha división, los conceptos de la realidad son diferentes, cuestionando incluso el sistema de creencias.
Es precisamente del punto anterior que deriva la idea de la neuroética metafísica como un aspecto de carácter fundamental del pensamiento humano y su conducta, pues al ingresar la persona a un entorno más lejano que aquel delimitado por sus paredes de dominio donde los axiomas existenciales permutan, se torna sumamente relevante la actividad generada en el lóbulo frontal. Esta región cerebral se enfrenta a una situación desconocida, misma que es usual derive en cortisol y noradrenalina, bloqueando la capacidad sináptica analítica, pues en esencia, los límites conductuales observables conocidos quedan atrás, estableciendo un nuevo horizonte de eventos posibles el cual es incierto, denotando así la importancia de la brújula ética y sus fundamentos.
Más allá de analizar esta dinámica únicamente desde una perspectiva social y conductual, debe hacerse mención al trasfondo metafísico que conlleva para la persona salirse de su universo observable y enfrentarse a una frontera de paredes dominio totalmente distintas a las usuales, lo cual determina un cambio incluso a nivel cuántico, precisando puntos como una permutación en las partículas lumínicas observadas, generando imágenes disruptivas que distorsionan la toma de decisiones, lo cual también puede derivar en un entrelazamiento de las partículas residuales de la sinapsis alterando el razonamiento mismo, precisando así la importancia del refuerzo del contenido ético que debiese ser inmutable, aún ante un cambio abrupto del existencialismo de la cosmovisión del individuo.
Es así que debe plantearse la reflexión sobre la distorsión de la vida misma que cambios en los límites observables conllevan para la persona, donde al atravesar una pared de domino las normas de la realidad varían, lo que lleva a un cambio y adaptación de la actividad neural del ser en términos de una nueva interpretación de la verdad observada dado en el lóbulo prefrontal derecho, así como su comprensión final en su contraparte izquierda, donde indudablemente el accionar de acuerdo a las creencias éticas individuales señala ser la guía en un nuevo paradigma.
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