Más allá del comercio: La batalla por la influencia política en Centroamérica
- M&T
- 25 jun
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Centroamérica ha pasado de ser una región olvidada a convertirse en un tablero estratégico donde se disputan dos grandes potencias: Estados Unidos y China.

(M&T)-. Lo que antes se resolvía en términos diplomáticos hoy se juega con infraestructura, tecnología, financiamiento e influencia comercial. En este nuevo siglo, la región vive una reedición moderna de la Guerra Fría, pero esta vez impulsada por flujos de capital e intereses geoeconómicos más que por ideologías.
En los últimos años, China ha incrementado su presencia económica en Centroamérica mediante megaproyectos de infraestructura, acuerdos bilaterales y préstamos estatales con condiciones atractivas. Países como El Salvador, Honduras y Nicaragua han estrechado sus lazos con Pekín tras romper relaciones con Taiwán, mientras que Panamá se consolidó como un socio estratégico de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Para muchas de estas naciones, la inversión china ofrece una alternativa rápida y sin las exigencias institucionales que suelen acompañar a los programas de EE. UU. o del FMI.
Pero Washington no se ha quedado de brazos cruzados. Desde 2021, la administración Biden ha reforzado su estrategia regional bajo esquemas como el “Partnership for Central America” o los programas de migración y desarrollo, buscando contrarrestar la creciente influencia asiática. Estados Unidos continúa siendo el principal socio comercial de la mayoría de estos países, pero su enfoque, más condicionado a reformas y transparencia, compite con la flexibilidad china.
El dilema que enfrentan los gobiernos centroamericanos no es menor. ¿Aceptan capital sin condiciones democráticas o priorizan la inversión más alineada con sus valores institucionales? Mientras tanto, empresas locales y multinacionales se ven atrapadas entre dos paradigmas: uno basado en eficiencia económica inmediata (China) y otro en alianzas de largo plazo con requerimientos normativos (EE. UU.).
También hay implicaciones para la soberanía. Al aceptar préstamos chinos con cláusulas opacas o dependencia tecnológica en infraestructura crítica, los países podrían estar cediendo márgenes de maniobra geopolítica. El caso de la construcción de puertos, redes 5G y sistemas de vigilancia inteligente en varios países latinoamericanos ya despierta inquietud en sectores estratégicos.
En contraste, Estados Unidos busca reposicionarse con mecanismos más sólidos de inversión privada, pero aún enfrenta desafíos para competir en velocidad y volumen. La burocracia, el clima político en Washington y la falta de una narrativa clara para América Central han debilitado su capacidad de respuesta.
El resultado es una región atrapada entre dos modelos de desarrollo en disputa. Centroamérica no solo es el terreno de esta competencia, sino también el botín geoestratégico en juego. El riesgo es que, en lugar de generar un “mejor trato” para la región, esta dualidad conduzca a una fragmentación de intereses o a una mayor dependencia externa.
Más que tomar partido, Centroamérica necesita definir sus propias reglas de juego, fortalecer sus instituciones y negociar desde una posición de unidad y visión regional. Solo así podrá transformar la competencia entre potencias en una oportunidad para su desarrollo estructural.
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