Desde la eclosión de las redes sociales, las marcas han duplicado sus esfuerzos a la hora de asociarse con grandes celebridades o personalidades, cayendo en ocasiones en la mera apariencia y el despilfarro.
Por Teresa Rey, directora de Consumer Engagement de LLYC Panamá.
(M&T)-. Lo que resulta paradójico es que, más allá de la búsqueda de perfiles externos afines, a pocas se les ha ocurrido mirar hacia dentro de sus organizaciones para mejorar su capacidad de influencia. Han omitido el poder de sus líderes y colaboradores.
Si es tan importante lo que sucede hacia fuera, lo que tiene lugar hacia dentro lo es tanto o más. Es una realidad que cuando un consumidor interactúa con un trabajador toda la labor de los departamentos de relaciones públicas y marketing se pone a prueba.
La integridad y la credibilidad de una marca radica principalmente en la percepción que tienen de ella sus propios miembros, quienes pueden convertirse en los mejores (o peores) embajadores de la misma hacia el exterior. Así, las fronteras entre la comunicación externa e interna se han difuminado y ya no es una opción mantenerlas como esferas independientes.
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En este sentido, es clave contar con líderes en quienes confiar, que trasciendan la descripción del puesto laboral y se conviertan en prescriptores. Esto supone implicar a los equipos de liderazgo y transitar hacia un modelo más horizontal y transparente, que responda a las demandas de la sociedad actual. Además, hay que trabajar en que el talento tome primero como suyos los valores y la cultura de la marca y, en un segundo paso, se convierta en embajador hacia el exterior.
Si hay algo que caracteriza la época en la que vivimos es la cesión de poder a los individuos, quienes son capaces de captar el mismo o más nivel de atención que una celebridad, una empresa o una institución. No hace falta pagarle un millón de dólares a Kylie Jenner para posicionar tu marca. Quizás tengas una gran influencer sentada a tu lado y no lo sabes.