Economía informal y su peso real en el PIB regional
- Walter Rivera
- 14 jul
- 2 Min. de lectura
Pese a los avances en formalización y digitalización, la economía informal sigue siendo la columna vertebral de muchas economías centroamericanas. Su magnitud no solo afecta la recaudación fiscal, sino también el acceso a crédito, la productividad y la calidad del empleo.

(M&T)-. Según datos recientes del Banco Mundial y la CEPAL, la economía informal representa entre el 35% y el 55% del PIB en países como Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Esto incluye desde vendedores ambulantes y pequeños comerciantes hasta talleres, transporte no regulado y trabajadores por cuenta propia. Más de 6 de cada 10 trabajadores en la región operan fuera del sistema de seguridad social, lo que limita sus oportunidades de crecimiento y protección ante crisis.
Esta informalidad, aunque resiliente, también refleja vulnerabilidad. Durante la pandemia de COVID-19, millones de trabajadores informales quedaron sin ingresos ni cobertura estatal. En países como El Salvador, la informalidad laboral superó el 65% en 2021, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lo que expuso la fragilidad del modelo económico basado en actividades no reguladas.
El impacto fiscal es considerable. Según un estudio de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), la informalidad genera una pérdida de hasta 7 puntos porcentuales del PIB en ingresos tributarios potenciales. Además, distorsiona la competencia, penaliza a los empresarios formales con mayores cargas fiscales y reduce el espacio fiscal para políticas públicas eficientes.
Los gobiernos han ensayado diversas estrategias, desde simplificación de trámites hasta incentivos tributarios. Sin embargo, los avances son lentos y muchas iniciativas no logran permear en los sectores más marginados. Expertos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI) advierten que sin una visión integral que combine acceso a servicios, educación financiera, financiamiento y protección social, no se logrará una transición sostenible hacia la formalidad.
La tecnología ofrece oportunidades, pero también brechas. El crecimiento de plataformas digitales y pagos móviles ha permitido a muchos pequeños negocios operar con mayor visibilidad, especialmente en zonas urbanas. Sin embargo, en áreas rurales la falta de conectividad y alfabetización digital sigue perpetuando la exclusión.
Formalizar no debe ser solo un mandato legal, sino una vía para integrar a millones de personas a una economía más justa y resiliente. La informalidad no desaparecerá de un plumazo, pero reconocer su peso real en la economía es el primer paso para transformar su potencial en desarrollo estructural para Centroamérica.
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