Israel vs. Irán: La guerra que sacudiría los cimientos de la economía global
- M&T
- hace 22 horas
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Cuando el epicentro de un conflicto geopolítico es el Golfo Pérsico, el resto del mundo tiembla. Una escalada bélica entre Irán e Israel ya no es un escenario hipotético, sino una amenaza con potencial de desestabilización sistémica.

(M&T)-. Una guerra en Medio Oriente encendería múltiples alarmas: en los precios del petróleo, en las cadenas de suministro globales, en las primas de riesgo financiero y en la seguridad energética mundial.
El petróleo, arma geopolítica por excelencia, sería el primer factor de contagio. Irán controla el estrecho de Ormuz, por donde transita más del 20% del crudo mundial. Cualquier interrupción en esa vía elevaría de inmediato el precio del barril, con consecuencias inflacionarias en todo el planeta. Analistas de JPMorgan advierten que un bloqueo prolongado podría disparar el Brent a más de 120 USD.
América Latina, aunque geográficamente alejada, no sería inmune. Sus economías importadoras de hidrocarburos (como Chile, Perú, El Salvador o República Dominicana) verían aumentar sus costos energéticos y sus presiones fiscales. Por el contrario, países exportadores como Venezuela, Ecuador, México o Brasil podrían beneficiarse de ingresos extraordinarios por petróleo o derivados, aunque con el dilema de mayor volatilidad macroeconómica.
Otro canal de transmisión sería el financiero. Los mercados globales suelen reaccionar con pánico ante conflictos en zonas sensibles. La salida masiva de capitales de economías emergentes elevaría las tasas de interés, depreciaría monedas locales y encarecería el financiamiento externo. Los bonos soberanos de la región serían castigados, especialmente aquellos con déficits elevados o alto endeudamiento.
En paralelo, una guerra entre Israel e Irán podría poner en pausa procesos de normalización diplomática en la región árabe, comprometer rutas marítimas clave como el canal de Suez y ralentizar el comercio global. La recuperación de las manufacturas y las cadenas logísticas (ya golpeadas por la guerra en Ucrania y la crisis del Mar Rojo) volvería a sufrir demoras, afectando el abastecimiento de insumos industriales y tecnológicos.
No menos importante sería el impacto en la seguridad alimentaria. Irán y su esfera de influencia tienen peso en el mercado de fertilizantes, y una disrupción logística o de sanciones comerciales podría encarecer insumos agrícolas, elevando los precios de alimentos básicos. América Latina, aunque exportadora neta de alimentos, también importa fertilizantes y granos, por lo que enfrentaría mayores costos de producción y tensiones sociales si los precios suben bruscamente.
En última instancia, una guerra de gran escala en Medio Oriente redefiniría prioridades geopolíticas, desviaría recursos de cooperación internacional y generaría un ambiente de incertidumbre generalizada. En este contexto, América Latina necesita actuar con inteligencia estratégica: diversificar proveedores, fortalecer su seguridad energética, reducir vulnerabilidades externas y, sobre todo, prepararse para navegar un nuevo ciclo de turbulencia global.
Cuando estalla una guerra entre actores con influencia energética, religiosa y geopolítica, el mundo ya no puede quedarse al margen. América Latina tampoco.
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