¿Hasta qué punto Japón puede jugar la carta de los bonos del Tesoro en su relación con EE. UU.?
- Editorial
- 17 jul
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Estados Unidos y Japón están unidos por una de las relaciones económicas más complejas y estratégicas del siglo XXI. Más allá del comercio bilateral, los vínculos financieros (particularmente la tenencia japonesa de bonos del Tesoro estadounidense) representan un eje silencioso de poder.


Por: Ariel Castro
Comunicador Social y Analista Político
(M&T)-. Con la llegada de Shigeru Ishiba al poder, Japón podría usar esta herramienta con una visión más asertiva, y el impacto no se limitaría a Asia.
Japón posee más de US$1,1 billones en bonos del Tesoro de EE. UU., lo que lo convierte en su principal acreedor extranjero, según datos del Departamento del Tesoro estadounidense a junio de 2025. Esta posición convierte al país asiático en un jugador clave para la estabilidad financiera de Washington, que depende de compradores externos para financiar su abultado déficit fiscal.
La tenencia masiva de deuda otorga a Tokio una carta estratégica en cualquier negociación bilateral, especialmente si Washington intenta imponer aranceles, restringir exportaciones tecnológicas o condicionar políticas industriales. Como lo explicó el analista Brad Setser (Council on Foreign Relations), "la influencia de Japón no está en la amenaza directa, sino en la capacidad de demostrar que la interdependencia financiera es mutua".
Shigeru Ishiba, primer ministro desde octubre de 2024, ha mostrado una postura más nacionalista y pragmática que sus predecesores, con un enfoque centrado en la revitalización de la industria doméstica, la autonomía tecnológica y una política exterior que prioriza los intereses estratégicos de Japón. Su trayectoria como ministro de Defensa y Agricultura revela una orientación clara hacia el fortalecimiento del Estado-nación, incluso en el terreno económico.
Este nuevo enfoque tiene implicaciones geopolíticas directas: Japón podría endurecer su postura ante Estados Unidos si se perciben desequilibrios en temas clave, como la producción de semiconductores, la cadena de suministro energética o el tratamiento comercial diferenciado frente a China. Y en ese contexto, la carta de los bonos del Tesoro sirve como recordatorio de que la estabilidad de EE. UU. también depende de la confianza de Tokio.
¿Qué tiene que ver América Latina en esta ecuación? Mucho más de lo que parece. Si la relación financiera EE. UU.–Japón se tensiona, los mercados globales podrían reaccionar con volatilidad en tasas de interés y tipo de cambio, lo cual afectaría a países latinoamericanos con deuda en dólares o alta dependencia de capital extranjero.
Por otro lado, una Japón más activa y autónoma podría buscar diversificar su cooperación económica y tecnológica con regiones como América Latina, especialmente en sectores estratégicos: litio, energía renovable, agroindustria y manufactura avanzada. México, Brasil, Perú y Chile podrían ser beneficiarios de una mayor inversión japonesa si el país decide ampliar sus alianzas más allá del eje Washington–Tokio.
La relación entre Japón y Estados Unidos está entrando en una nueva fase: más simétrica, más estratégica y más consciente del poder financiero que Tokio detenta. En un mundo multipolar, los bonos del Tesoro ya no son solo instrumentos de deuda: son también piezas geopolíticas que, en manos de Shigeru Ishiba, podrían jugarse con una lógica distinta a la de sus antecesores.
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