Por Isaac Cohen, analista y consultor internacional, ex-director de la Oficina de la CEPAL en Washington. Comentarista de economía y finanzas de CNN en Español TV y radio, Univisión y Telemundo, entre otros medios.
(MyT) Contra casi todas las predicciones, las elecciones legislativas en Estado Unidos resultaron en la ganancia para los Republicanos del control de la Cámara de Representantes, por una exigua mayoría, mientras que los Demócratas retuvieron el control del Senado.
Esto significa que los dos años restantes del mandato del presidente Joseph Biden serán con el gobierno dividido.
La historia legislativa indica que esto es excepcional. Paul Kane, en el Washington Post (11|20|22), recordó que en las 64 elecciones anteriores el cambio en el control de la mayoría en la Cámara ocurrió solamente 13 veces.
Pero en los últimos 54 años, los presidentes han controlado ambas ramas del congreso solamente durante 16 años.
Las opiniones difieren respecto a las ventajas o desventajas del gobierno dividido. Para algunos, genera parálisis, o congestionamiento, lo cual es visto como positivo por quienes prefieren gobiernos pasivos.
Sin embargo, para otros el gobierno dividido puede obligar a ambos partidos a hacer compromisos.
Lo que está detrás del poder dividido puede ser la composición del electorado, fracturado como lo está en tres tercios. Las encuestas a la salida de las urnas indicaron que 33 por ciento de los votantes se identificaron como Demócratas, 36 por ciento como Republicanos, mientras que el resto eran independientes o sin afiliación, con 49 por ciento de ellos en favor de los Demócratas y 47 por ciento de los Republicanos.
Por ende, el gobierno dividido puede resultar de la incapacidad de ambos grandes partidos de atraer suficientes independientes a su seno.
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