La banca excluyente y el crecimiento silencioso del crédito informal
- Walter Rivera
- 31 jul
- 2 Min. de lectura
En mercados saturados de burocracia, requisitos imposibles y escasa inclusión financiera, cada vez más latinoamericanos recurren a mecanismos informales de financiamiento. Desde prestamistas callejeros hasta aplicaciones móviles sin regulación, el crédito informal crece como una válvula de escape ante las fallas persistentes del sistema bancario tradicional.

(M&T)-. La expansión del crédito informal no es un fenómeno nuevo, pero sí ha tomado una dimensión crítica en la última década. Según el Banco Mundial, cerca del 45% de los adultos en América Latina no tienen acceso a servicios financieros formales, y un 27% ha solicitado o recibido algún tipo de préstamo fuera del sistema bancario. Este vacío lo están llenando actores que operan en los márgenes legales, sin supervisión ni mecanismos de protección al consumidor.
La rigidez del sistema bancario formal es una de las principales causas del auge informal. Las pequeñas y medianas empresas, trabajadores por cuenta propia o personas sin historial crediticio son sistemáticamente excluidos de los productos financieros tradicionales. “Para millones de personas, pedir un préstamo en un banco sigue siendo un trámite engorroso, inaccesible y lleno de obstáculos”, explicó recientemente el economista uruguayo Jorge Carrión, consultor del BID.
En contraste, el crédito informal ofrece rapidez, flexibilidad y menos requisitos, aunque a un costo altísimo. Es común encontrar tasas de interés mensuales que superan el 20%, con esquemas de cobro agresivos o incluso violentos en algunos casos. Las apps de microcréditos sin regulación, proliferantes en países como México, Colombia y Perú, agravan el problema: ofrecen préstamos en minutos pero exponen a los usuarios a cláusulas abusivas, robo de datos y acoso digital.
Este fenómeno también refleja una profunda brecha de confianza entre la banca y los sectores populares. En muchas zonas rurales o barrios urbanos marginados, los bancos están ausentes físicamente, y cuando están, no hablan el lenguaje de la comunidad ni entienden sus dinámicas productivas. El sistema bancario, centrado en métricas de riesgo convencionales, ignora formas alternativas de solvencia basadas en redes comunitarias, reputación local o ingresos variables.
Frente a esta realidad, diversos expertos y organismos multilaterales abogan por una reingeniería de la inclusión financiera. La CEPAL ha recomendado ampliar el acceso al microcrédito regulado, promover fintechs responsables y generar políticas de bancarización adaptadas al contexto socioeconómico de la región. Algunas iniciativas, como el Banco de los Trabajadores en Guatemala o los programas de crédito solidario en Brasil, ofrecen modelos replicables.
Lo cierto es que el crecimiento del crédito informal no solo es síntoma de exclusión financiera, sino también un riesgo sistémico para las economías locales. Si no se abordan sus causas estructurales, la región seguirá atrapada entre la formalidad ineficiente y la informalidad abusiva, con millones de personas endeudándose para sobrevivir, sin protección ni horizonte de desarrollo.
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