¿Por qué medir el bienestar es clave para la productividad?
- Walter Rivera

- 1 oct
- 2 Min. de lectura
En el mundo corporativo, la definición del éxito ha comenzado a cambiar. Tradicionalmente, los indicadores clave de desempeño (KPI) se enfocaban en productividad, ventas o rentabilidad.

(M&T)-. Hoy, un nuevo elemento se suma a esta lista: el bienestar de los colaboradores. Cada vez más empresas en América Latina reconocen que medir la salud mental y emocional de sus equipos no solo es una práctica responsable, sino también una ventaja competitiva.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión y la ansiedad cuestan a la economía global alrededor de US$1 billón anuales en pérdida de productividad. Este dato ha impulsado a muchas compañías a diseñar métricas que permitan evaluar factores como la satisfacción laboral, el equilibrio entre vida personal y profesional, y el nivel de estrés dentro de los equipos. Más allá de ser un gesto de buena voluntad, se trata de un enfoque estratégico que busca garantizar sostenibilidad en los resultados.
En la región, varios sectores han comenzado a implementar programas de monitoreo de bienestar. Algunas multinacionales de tecnología utilizan encuestas anónimas periódicas para medir el estado emocional de sus empleados y ajustar las cargas de trabajo. En paralelo, empresas locales han incorporado indicadores de rotación voluntaria, días de baja por estrés y niveles de participación en programas de apoyo psicológico como parte de sus tableros de gestión.
El reto, sin embargo, radica en cómo transformar métricas cualitativas en información accionable. Expertos en recursos humanos señalan que es necesario combinar métodos tradicionales de evaluación con herramientas digitales, como plataformas de people analytics y software de clima organizacional. Estos recursos permiten identificar patrones y detectar señales de alerta antes de que los problemas escalen, reduciendo así el impacto en la productividad y la cultura organizacional.
Adicionalmente, la nueva generación de profesionales exige un cambio de enfoque. Para muchos jóvenes, el salario ya no es el único factor determinante; aspectos como flexibilidad, propósito y un ambiente saludable pesan más a la hora de elegir y permanecer en una empresa. Esto obliga a los líderes a replantear la gestión del talento desde una perspectiva más humana y sostenible.
Incorporar el bienestar como KPI no significa reemplazar los indicadores financieros, sino complementarlos. La verdadera transformación radica en entender que los resultados económicos están directamente ligados al estado emocional de quienes los generan. En un entorno laboral marcado por la incertidumbre y la disrupción tecnológica, el cuidado de la salud mental se convierte en un activo estratégico que puede definir la competitividad de las empresas en el futuro.









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