El rearme europeo y sus efectos estratégicos en América

Lo que comenzó como una reacción a la guerra en Ucrania se ha convertido en una transformación estratégica profunda dentro de la Unión Europea (UE), que ahora impulsa su autonomía militar con fuerza institucional y recursos nunca antes vistos.

(M&T)-. El resultado no solo redefine la seguridad en el continente europeo, sino que también genera repercusiones políticas, económicas y diplomáticas para América Latina, Estados Unidos y Canadá.

En los últimos dos años, Bruselas ha dejado claro que la defensa ya no es un tema reservado a los Estados miembros o a la OTAN. El bloque ha asumido un rol protagónico en la materia, impulsando iniciativas como el Fondo Europeo de Defensa (EDF) (con más de 8.000 millones de euros asignados hasta 2027) y promoviendo una estrategia industrial centrada en la producción local de drones, sistemas de defensa aérea y soluciones de ciberseguridad.

Solo en 2023, el gasto militar combinado de los países miembros alcanzó los 345.000 millones de euros, el nivel más alto desde la Guerra Fría.

Este fortalecimiento militar tiene efectos inmediatos para América y Norteamérica. En primer lugar, Estados Unidos podría redirigir parte de su atención estratégica hacia el Indo-Pacífico, lo que dejaría a América Latina en una posición de menor prioridad. Este vacío podría ser aprovechado por potencias como China o Rusia, que han intensificado sus vínculos económicos y políticos con países de la región.

Por otro lado, el auge de la industria de defensa europea representa una oportunidad para empresas norteamericanas interesadas en colaboraciones tecnológicas y contratos conjuntos, aunque también podría convertirse en un reto competitivo, ya que la “soberanía industrial” promovida por Bruselas busca limitar la participación de proveedores externos.

Para América Latina, el contexto global obliga a replantear su política de defensa y sus alianzas diplomáticas. El refuerzo militar del norte global podría traducirse en presiones indirectas para fortalecer capacidades internas, adoptar posturas más claras ante las tensiones geopolíticas o incluso modernizar sus doctrinas de seguridad.

En términos políticos, la UE avanza hacia una autonomía estratégica cada vez más consolidada, lo que podría generar nuevas fricciones con Washington si los intereses comienzan a divergir. A su vez, la intensificación del perfil diplomático europeo en América Latina, especialmente a través de acuerdos como el pacto UE-Mercosur, podría incorporar una dimensión de seguridad que hasta ahora había sido secundaria en las relaciones birregionales.

Sin embargo, este proceso no está exento de tensiones internas. Al interior de la UE persisten debates sobre el equilibrio entre gasto en defensa y prioridades como la transición energética, la cohesión social o el cambio climático. Estas discusiones también tienen eco en América, donde el rol del Estado y la asignación de recursos públicos volverán al centro del debate político.

Una figura clave en este giro estratégico es Ursula von der Leyen. Bajo su liderazgo como presidenta de la Comisión Europea, se ha consolidado una visión clara de autonomía defensiva y soberanía tecnológica dentro del bloque. Exministra de Defensa de Alemania, von der Leyen ha utilizado su experiencia para promover una agenda de seguridad que posiciona a la UE como actor geopolítico relevante, no solo en lo económico y regulatorio, sino también en lo militar.

Su papel ha sido determinante para integrar la defensa en el núcleo de la estrategia europea, marcando una diferencia con administraciones anteriores y estableciendo las bases para una Unión más preparada frente a los desafíos globales.