El futuro del dólar en Panamá, El Salvador y Ecuador
- Walter Rivera
- 24 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 jul
Desde hace más de dos décadas, Panamá, El Salvador y Ecuador han adoptado el dólar estadounidense como moneda oficial o de curso legal, con el objetivo de estabilizar sus economías.

(M&T)-. La dolarización, aunque controversial, ha aportado disciplina fiscal y control de la inflación, pero también ha limitado la política monetaria autónoma. Hoy, en un escenario global volátil, resurgen preguntas sobre su viabilidad futura.
El modelo panameño, vigente desde 1904, ha sido el más estable y duradero. En contraste, Ecuador se dolarizó en el año 2000 tras una crisis bancaria y una inflación galopante, y El Salvador lo hizo en 2001 con fines de atracción de inversión y estabilidad macroeconómica. Aunque cada país tiene su propia trayectoria, comparten un mismo reto: el costo de depender de una moneda que no controlan.
Durante los últimos cinco años, la apreciación global del dólar ha encarecido las exportaciones, ha restado competitividad a los sectores productivos y ha generado presiones internas en países que no pueden recurrir a devaluaciones para ajustar sus economías. Según el FMI (2023), Ecuador y El Salvador enfrentan “riesgos fiscales significativos” si no corrigen desequilibrios estructurales sin acceso a financiamiento barato.
Además, la dolarización impide a los bancos centrales actuar como prestamistas de última instancia, lo que complica la gestión de crisis bancarias o shocks externos. En Ecuador, por ejemplo, el presidente Noboa ha reconocido que “el modelo funciona, pero es frágil sin disciplina fiscal y sin reformas estructurales profundas” (Diario El Comercio, 2024).
En el caso de El Salvador, la situación es aún más compleja. Desde 2021, el país adoptó el bitcoin como moneda de curso legal junto al dólar, generando incertidumbre en los mercados financieros internacionales. Aunque el gobierno asegura que esta estrategia diversifica el sistema financiero, analistas como Fitch Ratings han advertido que “la dolarización se erosiona en la práctica si se debilita la confianza en la política fiscal”.
Panamá, en cambio, ha mantenido altos niveles de crecimiento y solvencia macroeconómica a pesar de no tener un banco central tradicional. El país se apoya en una banca sólida, fuerte inversión extranjera y una gestión prudente de deuda, aunque el reciente debate sobre la reforma fiscal muestra que el equilibrio puede ser delicado (Banco Mundial, informe 2023).
En este contexto, el futuro de la dolarización no está en la reversión, sino en su adaptación. La mayoría de expertos coinciden en que estos países deben fortalecer sus instituciones fiscales, mejorar la recaudación, diversificar su economía y blindarse ante ciclos financieros globales. Como señala el economista Rafael de la Fuente (BNP Paribas): “el ancla del dólar sigue siendo útil, pero no es suficiente sin reformas internas profundas”.
En suma, la dolarización no es una garantía de éxito, sino una herramienta que requiere disciplina, visión de largo plazo y políticas coherentes con el nuevo entorno económico internacional. En una era de altas tasas de interés, tensiones geopolíticas y transición digital, Panamá, Ecuador y El Salvador enfrentan el reto de redefinir su estabilidad sin renunciar a su ancla monetaria.
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